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MOVIMIENTO FRANCISCANO UNIVERSAL FRANCISCO SOS

LA VOZ FRANCISCANA DE LOS SIN VOZ

CAMINAR FRANCISCANO : EL ENCUENTRO CON LOS MUSULMANES

 

Encuentro con los musulmanes
Florecillas Modernas
De cómo Clara fue al encuentro de los sarracenos

El fantasma del miedo rondaba la ciudad y entre las hermanas de Santa Clara: los soldados al servicio del Emperador y sarracenos patrullaban la región. Día y noche las hermanas se arrodillaban ante el Altísimo.

Entonces Clara se acordó de la noche en que Jesús fue a su encuentro con la muerte en la cruz; y de cómo Jesús tomó el pan...

Entonces Clara también horneó pan, canastas llenas. Y una mañana Clara y las hermanas llevaron los canastos al campamento en el que los soldados estaban esperando el momento preciso para atacar a la ciudad. Aún antes de que los soldados que estaban vigilando el campamento pudieran divisar a Clara y a sus hermanas, les llegó el aroma de pan recién horneado.

Cuando el líder salió de su tienda para llamar a sus soldados, el olfateó. En pensamientos él veía a su madre, cuando años atrás ella hacía el pan. Entonces vio a Clara y a sus hermanas. Quería desenfundar su espada, cuando ellas le ofrecieron el pan.

Clara dijo en tono muy bajo: "Pace e bene", queriendo decir: "paz y lo mejor", que necesitas para ser tú mismo bueno. Sorprendidos, los soldados tomaron el pan y se sentaron alrededor de los canastos. Y comenzaron a comer maravillados. Ese pan sabía mejor que nunca. Cuando saciaron su hambre, decidieron levantar sus tiendas y se marcharon.

La ciudad estaba salvada.

(Elizabeth Bernet, en versión libre del Proceso de canonización)

Introducción. Trato con los musulmanes

Cuando Francisco habla de misión, piensa sobre todo en los musulmanes. Entonces surge la pregunta, de si no es una tarea fundamental de los franciscanos abrir nuevos caminos en esa misión tan escabrosa. Naturalmente se debe estar consciente de que las relaciones nuevas menos conflictivas no solo dependen de los cristianos sino también de los musulmanes. Precisamente en África y en ciertas regiones de Asia, pero también en Europa, en donde vive un numero cada vez más creciente de musulmanes, se experimenta el Islam en su forma más fundamentalista.

Casi no es posible una conversación donde aún ronda el espíritu de las cruzadas y donde en muchos países existe una relación demasiado estrecha entre creencias religiosas y poder civil.

De todos modos queremos buscar un diálogo con los musulmanes en el espíritu de San Francisco y del Concilio Vaticano II. Hoy casi no existe un país en el mundo donde no habiten musulmanes. Por esto también es preciso que tengamos en cuenta la creciente influencia y el poder económico y religioso del Islam. Aunque sobre todo están afectadas Asia, África, Europa, Norteamérica y Australia, también en Latinoamérica se debe discutir esto, pues también aquí existen centros y comunidades islámicas. Respecto a esto deberíamos dejarnos guiar por la manera como Francisco trató a los musulmanes. Esto, en realidad, fue un ejemplo para el trato con personas cuyo estilo de vida es ajeno al nuestro.

Acercamiento al Islam

Todo acercamiento al Islam debe considerar los cambios que generó en la Iglesia y en la Orden el Concilio Vaticano II, y también el tiempo después. En su documento más corto acerca de las relaciones entre la Iglesia y las otras religiones (Nostra aetate), el Concilio Vaticano II asevera que la Iglesia ve a los musulmanes con respeto y que se esfuerza por una nueva forma de relaciones.

Francisco nos dejó con su encuentro un ejemplo para el trato con los musulmanes. Fue tan importante, aun para el mismo Francisco de Asís, que como resultado de esto se dio en él un cambio de pensamiento. El tradujo las costumbres y experiencias islámicas a su propia fe. Con esta base se llevó a cabo la primera conferencia franciscana acerca del Islam en 1982 que describe en una carta al estilo de San Francisco el comportamiento básico respecto a los musulmanes.

El encuentro con el Islam se lleva a cabo en el plano de la vida diaria, por eso daremos algunas indicaciones concretas para esto. Nos damos cuenta siempre de lo poco que sabemos acerca del Islam y por eso daremos alguna información básica de la historia y una visión breve de los grupos y escuelas de derecho del Islam. Finalmente daremos algunas indicaciones acerca de cómo manejar el fundamentalismo agresivo.

Desarrollo

1. El Concilio Vaticano II.
1.1. Respeto
1.2. Diálogo
1.3. Consecuencias
2. Francisco y el Sultán
3. El cambio de pensamiento en Francisco
3.1. Ejercicio de devoción
3.2. Experiencias de trascendental
4. Primera conferencia franciscana internacional sobre el Islam, en Asís
5. Conclusiones prácticas
6. Información básica acerca del Islam
6.1 Un breve resumen de la historia del Islam
6.2. Los grupos y escuelas de derecho más importantes del Islam
7. El Fundamentalismo - Amenaza a la fe y al respeto por el "otro"
7.1. Ver
7.2. Juzgar
7.3. Actuar

Desarrollo

1. El Concilio Vaticano II
1.1. Respeto

En el documento mas breve del Concilio, la "Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas" (= Nostra aetate), la Iglesia simple y directamente declara: "La Iglesia mira también con aprecio a los musulmanes" (NA 3).

Apenas empezamos a comprender lo que una declaración tal debe significar para una teología y una comprensión misionera, que no quiere tomar en serio las religiones no cristianas. El documento del Concilio Vaticano II no solamente da una serie de aspectos positivos que le parecen familiares al pensamiento y sentimiento cristiano y que pueden ser retomados también por los cristianos. También pide comprensión mutua y que "olvidando el pasado, procuren sinceramente una mutua comprensión, defiendan y promuevan unidos la justicia social, los bienes morales, la paz y la libertad para todos los hombres" (NA 3). Se debe desarrollar una nueva concepción que se esfuerza por encontrarse con el Islam en una actitud de humildad y de "minoritas" (= ser menores). Nos sentimos alentados a tomar esta actitud por Francisco.

1.2. Diálogo

El cambio positivo del Concilio respecto a las otras religiones ha ocasionado que los teólogos revisen su compromiso misionero y que se esfuercen por una comprensión teológica, que haga justicia a la vida y ejemplo de los musulmanes creyentes. Si tomamos esto en serio, no podemos utilizar maneras de hablar triunfalistas, o despectivas con la afirmación de que los cristianos poseen toda la verdad y a las otras religiones se les atribuye, a lo máximo, el ser semillas (Lecc. 15, 3.3).

En el fondo los cristianos y los musulmanes tienen la misma convicción. Desafortunadamente nos separa una historia llena de desencuentros dolorosos y también unl presente con experiencias amargas. Por esto es tan importante que los cristianos y los musulmanes se reconcilien, para poder compartir en el diálogo los valores comunes.

1.3. Consecuencias

De esto resultan dos consecuencias importantes. Primero, debemos evitar en nuestras relaciones con los musulmanes todo aquello que de palabra y de obra lleva a menospreciar su persona, su fe o su manera de vivir. Todas las comparaciones entre "buenos" cristianos y "malos" musulmanes y viceversa deben evitarse. Se debe continuar la búsqueda de lo bueno y positivo de ambos lados, pues hay personas buenas y sinceras entre los musulmanes y entre los cristianos. La conversión eventual hacia la fe respectiva ha de verse como una obra de Dios. En nosotros está el dar testimonio de nuestra fe con nuestra vida y nuestro comportamiento con los demás.

En segundo lugar existe la necesidad urgente de reflexionar sobre nuestra fe y de formularla de nuevo. Esto lo exige tanto la historia de la formación de la doctrina de la fe, como también la situación concreta en que nos encontramos hoy. Para la comprensión de las bases de fe cristianas debemos tener presente el fondo histórico y social, en que ellas fueron formuladas. Pero también la situación en que nos encontramos exige que hablemos de nuestra fe de modo que pueda ser entendida por otros. Debemos diferenciar entre el contenido de nuestra fe y la manera como hablamos de ella con otros. Esto vale sobre todo al hablar de la Trinidad y la divinidad de Jesucristo frente a la creencia en un solo Dios de los musulmanes.

2. Francisco y el Sultán

Para desarrollar una comprensión franciscana real con los musulmanes, debemos reflexionar acerca de la experiencia de Francisco con el Sultán. Este episodio es muy bien conocido, sin embargo existen diferentes versiones, según el aspecto misionero que se quiera resaltar de Francisco. Es interesante comparar los reportes de autores que escribieron dentro de la Orden, como entre otros, Tomás de Celano y Buenaventura con aquellos que no pertenecían a la Orden como Jacobo de Vitry, el Obispo de Acre y el Cardenal Enrique de Avranches. Este último escribió su "Legenda sancti Francisci versificata", o sea una leyenda en verso.

En su biografía (1228), Tomás de Celano, resalta que Francisco fue a buscar al Sultán de Egipto para sufrir el martirio. El se embarcó en un tiempo en que la quinta cruzada, que tenía por meta la reconquista de la Tierra Santa, estaba en su punto culminante. Francisco arriba a Damieta y llega hasta donde el Sultán, ante el cual predica con toda libertad sobre Cristo. El Sultán lo escucha con benevolencia y lo sabe diferenciar muy bien de los cruzados (cf. 1 C 57). En la segunda descripción de vida (1246/48), Celano narra cómo Francisco intenta disuadir a los cruzados de la masacre planeada y cómo predice su derrota porque no se dejan guiar por el Espíritu de Dios, sino por su presunción y su espíritu bélico (cf. 2 C 30).

San Buenaventura da un informe completo en su "Legenda maior": La guerra está en pleno auge y es peligroso aventurarse al campo de batalla. Sin embargo, Francisco con el hermano Iluminado parte hacia el campamento de los musulmanes y logra llegar finalmente donde el Sultán: "Y predicó ante dicho Sultán sobre Dios trino y uno y sobre Jesucristo salvador de todos los hombres con tan gran convicción, con tanta fortaleza de animo y con tal fervor de espíritu... De hecho, observando el Sultán el admirable fervor y virtud del hombre de Dios, lo escuchó con gusto y le invitó insistentemente a permanecer consigo" (LM IX,8). Francisco prometió hacerlo si el Sultán junto con su pueblo se convertía a Cristo. Pero éste no quiso aceptar y tampoco la prueba del fuego (=juicio de Dios) al que el Poverello le invitó. Francisco regresó sin éxito aparente al campamento de los cruzados.

Jacobo de Vitry habla de manera negativa de los musulmanes. El llama al Sultán una "bestia salvaje", pero no puede negar que el gobernante y su gente estaban fascinados con ese hombre de Asís vestido como un sufi. En su "Historia del oriente" Jacobo de Vitry narra:

"durante varios días él y los suyos le escucharon con mucha atención la predicación de la fe en Cristo. Pero, finalmente, el Sultán, temeroso de que algunos de su ejército se convirtiesen al Señor por la eficacia de las palabras del santo varón y se pasasen al ejército de los cristianos, mandó que lo devolviesen a nuestros campamentos con muestras de honor y garantías de seguridad, y al despedirse le dijo: 'Ruega por mí, para que Dios se digne revelarme la ley y la fe que más le agrada' (Historia orientalis 32).

Lo primero que se puede deducir de este testimonio es el hecho indudable de que Francisco de Asís realmente estuvo con el Sultán de Egipto y de que habló con él. Esto también está en una fuente árabe (W. Roncaglia). Jacobo de Vitry complementa y cimienta lo que Jordán de Giano, Tomás de Celano y Buenaventura sólo mencionan superficialmente. Los dos últimos casi se avergüenzan de que el fundador de su Orden no hubiera tenido éxito y lo disculpan con el hecho de que Dios en vez del martirio "le reservó la prerrogativa de una gracia singular" (1 C 57), la estigmatización.

Lo segundo es el carácter pacífico profundo y determinado de Francisco. De las palabras del Obispo francés se concluye que él no deseaba ninguna escolta de protección. Confiando en la protección de Dios pasó por el campo de batalla y llegó ileso donde el Sultán. Él en los musulmanes enemigos, veía hermanos a los cuales se les debía mostrar el camino verdadero de la salvación, que solo puede dar Jesucristo. Viéndolo desde un punto de vista superficial, el éxito de los viajes misioneros agotadores donde los sarracenos, es escaso. Francisco no logró allá su meta: no logró el martirio deseado, ni la conversión del Sultán, ni la paz entre cristianos y musulmanes, ni tampoco una nueva concepción de una cruzada sin armas.

Es como si ese fracaso quisiera ratificar el programa misionero de Francisco, porque a él no le importa un resultado visible, sino el testimonio y el compromiso de la vida. En el trato con los musulmanes, Francisco se da cuenta de que no son "bestias crueles", como lo aseguraba la propaganda de guerra en Europa. Ellos más bien tienen costumbres corteses y demuestran sobre todo una gran respeto por Dios. Esto es para Francisco una señal de la presencia de Dios y de su acción. Si ante la voz de Francisco no se convirtió ningún musulmán, esto significa para él que aún no ha llegado el tiempo.

La voluntad de Dios no se expresa para Francisco en el deber necesario de predicar el Evangelio, sino en la espera del momento oportuno, el cual Dios mismo determinará. Se deben aceptar os musulmanes con su particularidad, porque ellos son creados por Dios (cf. 1 R 16). Sus discípulos deberán conformarse con ponerse a su servicio con humildad, en el espíritu de la "minoritas" y de la sumisión (cf. 1 Pe 3,15).

Mientras ellos fueran de esa manera, como anunciadores del Evangelio, eran aceptados, en general, de buena manera. Pero cuando tomaban la actitud de cruzados o predicadores en contra de Mahoma y sus seguidores, eran ejecutados, a veces bajo terribles torturas, por ej. San Daniel y sus compañeros (cf Lecc. 8,cap 1).

3. El cambio de pensamiento en Francisco
3.1. Ejercicio de devoción

No se sabe cuanto tiempo permaneció Francisco con el Sultán, pero él hizo una experiencia que influyó profundamente en su vida.

La introducción de una costumbre parecida al "salât" (oración prescrita cinco veces al día en El Corán). Lo que queremos tratar aquí se resumirá en el siguiente texto de Leonhard Lehmann:

"El 'salât' vivido en el oriente con motivo del viaje misionero de 1219/20, impresionó a Francisco de tal manera que él quiere introducir esa costumbre, con algunos cambios, en el occidente. Invita a todo el conjunto de los líderes responsables de la Orden a predicarle a todo el mundo sobre la señal de oración, que ha de reunir a 'todos los pueblos de toda la tierra' en alabanza y acción de gracias a Dios, dirigiéndose a todas las autoridades de las ciudades.

Como él quiere adaptar y difundir la costumbre islámica del 'salât' al cristianismo occidental, donde en ese entonces todavía no se conocía el Angelus, él busca lograr esta meta por medio de dos caminos: Los superiores y predicadores de su Orden deben ilustrar al pueblo sobre la señal de oración y sus objetivos; los responsables del poder civil deben tomar la costumbre islámica e introducirla en sus legislaciones. La meta final es, en ambos casos, el pueblo en general. La meta general propuesta es la alabanza universal a Dios.

Mientras Francisco trabaja por su meta al mismo tiempo desde dos lados, por medio de los custodios y los políticos, él demuestra no sólo en su pensamiento, sino también en su proceder pastoral, la inclinación hacia la unidad y totalidad, hacia la totalidad y universalidad. El quiere emplear todas sus fuerzas para que se le 'brinde alabanza y gracias' al Todopoderoso.

El debe proclamar muy fuerte la idea, dirigida expresamente a la totalidad del pueblo en ambas cartas, de una alabanza a Dios que abarca al cristianismo y al islamismo, porque para los oídos acostumbrados a las predicaciones de las cruzadas y los corazones llenos de odio hacia el Islam es inconcebible una señal ecuménica, una señal que una en la oración a dos religiones enemistadas" (L. Lehmann).

Francisco también observó la actitud de respeto en la oración, de como los musulmanes se postraban en el suelo o por medio de inclinaciones rendían homenaje al Altísimo. En su ultima carta, en la carta a toda la Orden, Francisco les pide una actitud de oración parecida.

El escribe: "a quien habéis de adorar con temor y reverencia postrados en tierra al escuchar su nombre ... Inclinad el oído de vuestro corazón y obedeced a la voz del Hijo de Dios ... pues para esto os ha enviado al mundo entero, para que de palabra y de obra deis testimonio de su voz y hagáis saber a todos que no hay otro omnipotente sino él" (CtaO 4.6.9).

Esta cita muestra que no solo la actitud externa de oración (="postrados en tierra"), sino también la convicción (="no hay otro omnipotente sino él"), recuerda el "kalma" musulmán: "No existe otro Dios sino Allah!"

3.2. Experiencia trascendental

La concienciación profunda de la trascendencia de Dios también se hace clara en las oraciones de Francisco. Es bien sabido que Francisco mostraba una gran devoción al Cristo hecho hombre y que Belén y el monte Calvario se convertían en una experiencia viva por medio de las fiestas en Greccio y los estigmas de La Verna, para el y sus hermanos. Desde su regreso de Damieta, se observa un desarrollo en el cual se acentúa aun más la trascendencia:

"Omnipotente, santísimo, altísimo y sumo Dios ... solo verdadero Dios, que es bien pleno, todo bien, bien total, verdadero y sumo bien; que es el solo bueno, piadoso, manso, suave y dulce; que es el solo santo, justo, veraz, santo y recto; que es el solo benigno, inocente, puro ..." (1 R 23, 1.9).

También en la carta a todos los fieles y en la alabanza a Dios de La Verna, Francisco habla de manera similar de la omnipotencia y sublimidad de Dios, pero ve al mismo tiempo su bondad, la cual el alaba repetidamente (cf. 2 CtaF 61 s.; AlD 1 s.).

Otro resultado de la experiencia de Francisco con los musulmanes, es la manera como se expresa sobre las santas palabras de la Escritura. Esto nos recuerda también el profundo respeto de los musulmanes ante la palabra escrita: ellos se cuidan de no deshonrar la palabra de Dios.

"Y de igual modo, donde se encuentren los nombres y palabras escritas del Señor en lugares no limpios, recójanse y colóquense en sitio decoroso" (1 CtaCus 5; cf. CtaCler 12; Test 12).

Según una leyenda posterior, el Sultán quería colmar a Francisco de regalos. Se dice que Francisco al fin sólo aceptó un cuerno que servia para reunir a las personas a la oración como lo hace el almuecín (cf. Flor 24). Un cuerno así todavía es exhibido en la capilla de reliquias en la iglesia de San Francisco.

Por último, se debe indicar un punto adicional que fue influenciado por el viaje a oriente: Francisco desarrolló en su regla una nueva base. El dijo a sus compañeros cómo ir por el mundo y cómo tratar a los adeptos de otra fe: simplemente dar testimonio de su cristianismo por una presencia sencilla, pacífica y por una actitud servicial y sólo "cuando les parezca que agrada al Señor" , anunciar, la palabra de Dios (1 R 16,7; 2 R 12,1).

4. Primera conferencia internacional sobre el Islam de los Franciscanos en Asís

Por invitación del Secretariado de misiones de los Franciscanos en Roma se convocó por primera vez a una conferencia acerca del Islam en Asís del 5 al 12 de octubre de 1982. Allá los trece participantes provenientes de diez países de población musulmana, intentaron discutir las posibilidades de una nueva relación con el Islam. El "regreso a las fuentes" del movimiento franciscano, deseado por los organizadores, buscó su apoyo en la vida y en los escritos. Por eso el documento redactado luego, toma como base de las consideraciones la experiencia de Francisco en su encuentro con el Sultán y su cambio de pensamiento consiguiente.

Los participantes de la conferencia en Asís estaban conscientes de las dificultades que tienen muchos cristianos sobre todo aquellos que habitan en algunas regiones de África. Sin embargo ellos los alentaban a seguir viviendo con actitud humilde y tolerante 'entre' los musulmanes. También tenían claro que el criterio con respecto a los musulmanes en países con mayoría cristiana, es diferente que en regiones en donde pasan mucha dificultad los cristianos como minoría. El resultado es un buen documento, redactado al estilo franciscano, como una carta, que Francisco dirige a todos los franciscanos del mundo actual. Esta carta con fecha del 12 de octubre de 1982 no se puede resumir, se debe leer en su totalidad y es a su vez un comentario al capitulo 16 de la regla de 1221. En la conferencia tuvo la aprobación de todos los participantes. Se dirige a los cuatro ministros generales, los ministros provinciales, los procuradores de la misión, a todos los hermanos y hermanas.

Carta
"Queridos hermanos y hermanas: paz y todo bien!

Les escribimos esta carta desde Asís, donde nos hemos reunido como representantes de todos los Hermanos Menores que trabajan entre los hermanos musulmanes. Este Congreso ha tenido lugar con motivo del VIII centenario del nacimiento de san Francisco. Esperamos y pedimos que este encuentro aporte nueva vitalidad a nuestra presencia y a nuestro servicio entre los hermanos musulmanes, como lo experimentaron ya antes que nosotros tantos hermanos que siguieron el ejemplo de Francisco, quien visitó al Sultán en Damieta, en 1219.

Estamos convencidos de que, para renovar nuestra inspiración y lograr una fuerza nueva para realizar este apostolado, hemos de volver a las fuentes de nuestra vida franciscana y escuchar lo que Francisco nos dice en la Regla de 1221 cuando escribe:

"... cualquier hermano que, por divina inspiración, quiera ir entre sarracenos y otros infieles, vaya con la licencia de su ministro y siervo. Y el ministro deles licencia y no se la niegue, si los ve idóneos para ser enviados; pues tendrá que dar cuenta al Señor si en esto o en otras cosas procede sin discernimiento. Y los hermanos que van, pueden comportarse entre ellos espiritualmente de dos modos.

  • Uno, que no promuevan disputas y controversias, sino que se sometan a toda humana criatura por Dios y confiesen que son cristianos.
  • Otro, que, cuando les parezca que agrada al Señor, anuncien la palabra de Dios..."(1 R 16,3-7).

El siguiente texto es el resultado de nuestras oraciones, de nuestra reflexión y de nuestro intercambio. Esperamos que será biena cogido por ustedes y que, además, les será de utilidad en su generoso servicio por elReino y la Gloria de Dios.

"Por divina inspiración"

Francisco, sensible a la Palabra de Dios, ve los acontecimientos de su vida y de su fraternidad a la luz de la fe. Al recordar su propia conversión y los comienzos de la Orden, considera que toda iniciativa viene de Dios y sigue siendo don de Dios:

"Y después que el señor me dio hermanos, nadie me mostraba qué debía hacer, sino que el Altísimo mismo me reveló..."(Test 14).

Bajo la inspiración divina, abandonó el mundo de los fuertes y de los poderosos, para ponerse del lado de los pequeños, a quienes consideraba como don especial de Dios. También atribuye claramente la vocación de la Orden a la inspiración divina:

"Si alguno, queriendo, por divina inspiración, abrazar esta vida, viene a nuestros hermanos, sea recibido benignamente por ellos"(1 R 2,1). "Aquellos hermanos que quieren, por divina inspiración, ir entre sacrracenos y otros infieles..."(2 R12,1).

Hoy, como en tiempos de Francisco, Dios es quien invita a los trabajadores a su viña y los envía a realizar el trabajo para el que los ha destinado. Puesto que la vocación misionera franciscana es un don de Dios, los hermanos que respondan a esta vocación han de hacerlo únicamente por amor a Dios y al prójimo.

Para responder a esta vocación, los hermanos se inspirarán en la conciencia que Francisco tenía de la presencia de Dios en todas sus criaturas y en todos los acontecimientos de la historia. Esto les llevará a un profundo respeto hacia todos los pueblos y hacia todas las culturas, como don de Dios; reconocerán a todos como hermanos y hermanas y celebrarán las maravillas de Dios manifestadas en ellos.

"Viviendo entre ellos"

Este mismo respeto a las personas y a las culturas hizo que francisco se sintiera incómodo ante las directrices del Concilio IV de Letrán. El Concilio había anunciado una Cruzada contra los Musulmanes (cf. Summa contra Gentiles, escrita en el mismo siglo). Francisco no llegó a reconocer en dicha actitud el espíritu de Jesús. El Señor, que vino a nosotros como mensajero de paz, reveló a Francisco que dijese este saludo: "El Señor te dé la paz" (Test 23). Por lo tanto, Francisco no deseaba ir hacia los Musulmanes, o, lo que todavía hubiera sido peor, contra ellos; deseaba, por el contrario, ir entre ellos, con el Espíritu de Jesús, y llevarles la paz. Y esto es lo que aconsejaba que hicieran todos los hermanos en cualquier parte del mundo. Francisco fue entre los Musulmanes con este espíritu pacífico, dejando de lado las Cruzadas y las armas, y fue recibido por el Sultán con el mismo saludo: "Assalam aleikum.

Francisco, impresionado por su visita al Sultán, escribe en la Regla de 1221: Que los hermanos que quieran vivir entre los Musulmanes, eviten disputas y polémicas, todo tipo de apologética y todo espíritu de controversia, el deseo de vencer en las discusiones y toda búsqueda de poder. Así, pues, tal como aconsejaba Francisco a sus hermanos, no en virtud de la propia autoridad, sino "en el Señor Jesucristo", que no juzguen a los otros, sino que sean corteses, pacíficos y modestos, mansos y humildes" (cf. 2 R 3,10-11).

A lo largo de la historia, algunos hermanos no han vivido de acuerdo con estos ideales. Por esto, hoy nos arrepentimos y pedimos perdón a aquellos a quienes hayamos podido ofender. No obstante, nos sentimos animados por el ejemplo de quienes han vivido, y siguen viviendo, pacíficamente entre los Musulmanes.

Creemos que los hermanos, si desean continuar esta tradición, adaptándola, por otra parte, a las nuevas situaciones, no solamente han de evitar las disputas y elucubraciones, sino que han de promover, de manera positiva, un clima en el que puedan desarrollarse la comprensión y el respeto mutuo, amándose auténticamente unos a otros en la justicia y la paz. Para ello tendremos que liberarnos de los prejuicios y demás obstáculos que impidan el acercamiento recíproco. En este sentido, pedimos a quienes ocupan cargos de autoridad que envíen a los países musulmanes solamente a aquellos hermanos que deseen encontrarse con los Musulmanes con las mismas actitudes de respeto de Francisco, y después de haber recibido la preparación adecuada.

Al compartir con los demás lo que somos como creyentes, nos enriqueceremos mutuamente y nos estimularemos a una continua conversión.

"Sometidos a toda humana criatura"

La exhortación de Francisco a sus hermanos a "vivir entre ellos", es una consecuencia directa de su opción de ser "menor" siempre y en todo. Por este motivo rechazó todo signo de poder, como, por ejemplo, las Cruzadas, que deseaban conquistar a los Musulmanes. Francisco quería que sus hermanos les estuviesen sometidos, por amor a Dios, y que diesen así testimonio de que eran cristianos.

Este testimonio de vida en "minoridad" va muy de acuerdo con la exhortación de la Evangelii nuntiandi:

"La Buena Nueva debe ser proclamada, en primer lugar, mediante el testimonio... la comprensión y la aceptación, la comunidad de vida y de destino con los demás, su solidaridad en los esfuerzos de todos en cuanto existe de noble y bueno... A través de este testimonio sin palabras, estos cristianos hacen plantearse, a quienes contemplan su vida, interrogantes irresistibles: ¿Por qué son así? ¿Por qué viven de esa manera? ¿Qué es o quién es el que los inspira? ¿Por qué están con nosotros?... Este testimonio constituye ya de por sí una proclamación silenciosa, pero también muy clara y eficaz, de la buena Nueva" (EN 21).

La "minoridad" nos pide hoy que abandonemos el espíritu de superioridad, que, tan a menudo hace que situemos nuestra cultura cristiana por encima de la suya. En realidad, esto no es franciscano ni cristiano. Cristo se humilló, viniendo a servir y no a ser servido. Por eso hemos de evitar toda posición de autoridad y hemos de preferir los cargos de servicio.

La "minoridad" afecta incluso nuestra actitud ante las verdades religiosas. Abre nuestros corazones y nuestras mentes para que podamos captar los diferentes matices de ciertas doctrinas que compartimos con ellos. Por ejemplo, la trascendencia de Dios en el mundo de hoy, la reverencia por la Palabra, la santidad del Nombre de Dios... Y nos hace considerar de nuevo la calidad de nuestras formulaciones sobre la verdad. Dios es más grande que todas las formulaciones posibles.

La "minoridad" favorece nuestra fraternidad, como hermanos de los Musulmanes: una fraternidad que se hace evidente por medio de nuestro amor hacia ellos, por nuestra participación en sus dolores y alegrías y en los acontecimientos de la vida, por nuestra sensibilidad ante lo que pueda incomodarlos.

La "minoridad" nos ayuda también a salir de nuestros "ghettos", destruyéndolos, y a colaborar con los Musulmanes en sus proyectos, en lugar de pensar únicamente en los nuestros.

La "minoridad" nos ayuda a escoger un estilo de vida sencillo, por ejemplo, en lo que se refiere a la casa, los transportes, la comida, evitando todo lo que pueda ser ofensivo para ellos. Esta opción no presenta ningún juicio sobre los métodos o las actuaciones de los hermanos en el pasado. Con todo, creemos que el futuro nos pide actuar de tal modo que se eviten todos los signos de prestigio contrarios a nuestra misión.

Naturalmente, nos damos cuenta de que para poder vivir esta "minoridad" hacia el exterior de la Orden, hemos de practicarla entre nosotros. Tiene que ser también de ayuda tanto para nuestra comunidad cristiana como para los trabajadores cristianos emigrados, a fin de que sean más sensibles y abiertos para con los Musulmanes.

"Cuando agrade al Señor"

Para Francisco, el principal método de evangelización es el testimonio de vida. Por eso, los hermanos no han de descartar la llamada a la penitencia que es una consecuencia del vivir a la manera de Francisco. Al mismo tiempo, Francisco escribe, en la Regla de 1221, que los hermanos han de proclamar explícitamente el Evangelio solamente cuando crean que ello será del agrado de Dios.

Creemos que, por medio de los signos de los tiempos, Dios nos está diciendo que ese "momento" propicio de que habla Francisco, no ha llegado aún. En muchos países no es posible predicar directamente el Evangelio; el Islam se está renovando. Estos hechos nos demuestran que, lo mismo que Francisco supo esperar la hora de Dios, hemos de ponernos en sus manos.

Pero, al mismo tiempo, estamos convencidos de que Dios está ya actuando. El Espíritu Santo nos precede y muchas de las cosas que suceden nos superan y van más allá de nuestro esfuerzo. El plan de Dios se realiza independientemente de nosotros. Nosotros lo adoramos por ello. Es posible que la actual renovación del Islam sea considerada como una nueva toma de conciencia de la Palabra de Dios y de la sumisión del hombre a Él. A Francisco le gustaba mucho este pensamiento:

"A quien tanto ha soportado por nosotros, tantos bienes nos ha traído y nos ha de traer en el futuro, toda criatura, del cielo, de la tierra, del mar y de los abismos, rinda como a Dios alabanza, gloria, honor y bendición (cf. Ap 5,13); porque El es nuestra fuerza y fortaleza, el solo bueno, el solo altísimo, el solo omnipotente, admirable, glorioso, y el solo santo, laudable y bendito por los infinitos siglos de los siglos. Amén" (2CtaF 61-62)

El testimonio de una vida auténticamente franciscana, las actividades a favor de los pobres y en pro de la justicia social y de los derechos humanos, según la realidad concreta de los diferentes países, nuestra apertura de espíritu y nuestra sensibilidad por las personas que nos rodean, nuestra dependencia paciente de la voluntad de Dios... Todo esto nos da la certeza de que es realmente posible llevar a cabo hoy una vocación misionera franciscana.

Esta visión de nuestra vocación franciscana misionera expresa muy bien el modo como Francisco concebía el mundo musulmán. Obediente a la orden del Señor: "Francisco, vete, repara mi casa"(cf. 2Cel 10), trató, de manera suave pero firme al mismo tiempo, de convertir la actitud de la Iglesia, incluso su misma actitud hacia el Islam. Deseaba que, entre los Musulmanes, la Iglesia fuese pobre y sierva, sin poderío, identificándose con los más marginados.

Esta manera de vivir no es fácil para nadie. Pero si recordamos la experiencia de Francisco sobre la perfecta alegría, nos sentiremos llevados a caminar hacia la "kénosis" que caracteriza a sus auténticos discípulos. Bajo la acción del Espíritu esta experiencia dará sus frutos, ya que abrirá nuestros ojos a los valores positivos del Islam.

De hecho, en nuestros numerosos debates, hemos descubierto que el diálogo es sencillamente eso, porque exige de nosotros que estemos prontos para ir al otro y aceptarlo tal como es. No se trata, por lo tanto, de buscar cuál es la religión que posee la verdad ni hasta qué punto la posee. Se trata, más bien, de abrirnos a la verdad del otro. De este modo, Cristianos y Musulmanes esperamos poder descubrir nuestros intereses comunes, nuestros problemas comunes; podremos aprender a apreciar el hecho de tener valores humanos comunes, necesidades humanas comunes; podremos buscar soluciones comunes, conscientes siempre de que no somos nosotros quienes poseemos la verdad, sino que es la verdad la que nos posee.

No queremos terminar esta carta sin expresar nuestra más profunda compasión a todos los musulmanes y cristianos que han perdido sus propiedades y/o su vida, sobre todo en el Cercano Oriente. Esperamos y pedimos que esta expresión de solidaridad sea apreciada por todos los que se esfuerzan por la paz y que están en contra de cualquier forma de violencia en la sociedad. También queremos participarles que nos adherimos a la carta que escribieron los cuatro ministros generales con motivo de la celebración del Octavo Centenario del nacimiento de San Francisco acerca de la paz en el mundo y en contra de la utilización de armas nucleares. De la misma manera apoyamos la declaración en contra de la utilización de armas, que expidieron en Mattli, Suiza, en septiembre de 1982, los miembros de todas las ramas de la familia franciscana que viven y trabajan en el Tercer Mundo. Queridos hermanos y hermanas, unámonos en oración humilde y sincera con nuestros hermanos Musulmanes. ¡Paz para vosotros!

En el nombre de los participantes, firmado:

Mel Brady OFM, 
Presidente de la Conferencia, 
Secretario general de Misiones de la Orden Franciscana".

5. Conclusiones prácticas

Desde hace ya algún tiempo, trabajan en los países islámicos algunos centros científicos investigando y aportando seriamente para una mejor comunicación entre las religiones. Sin embargo es necesario que los hermanos y hermanas de la familia franciscana entren en el mayor contacto posible con la vida diaria de los musulmanes y que aprendan de ellos. Queremos mostrar algunos caminos para esto:

La vida en un país islámico:

A veces se nos hace extraño cuando debemos observar cómo los hermanos y hermanas y la comunidad cristiana en general, tienden a aislarse de su medio ambiente musulmán, aunque a veces algunos problemas étnicos y políticos obligan a tomar esta actitud. Por otro lado es agradable ver, cómo puede haber relaciones amistosas donde se encuentran cristianos y musulmanes en la vida diaria. Las relaciones buenas y permanentes, con el tiempo borran cualquier desconfianza.

Celebrar las fiestas islámicas: A todos los hombres les gusta celebrar y no es difícil participar en las grandes fiestas islámicas. Sería bueno profundizar en esta experiencia, estando mejor informados de la fiesta correspondiente y meditando en su significado, o incluso participando en los ayunos y celebraciones vespertinas comunitarias. ¿Por qué no intercambiar tarjetas de felicitación, hacerse regalos o darles dulces a los niños? Todo esto fortalece la amistad.

Participar en los grandes acontecimientos que marcan la vida humana, como nacimiento, bodas y muerte. Cada vez se da la oportunidad de acercarse mutuamente. Las personas no olvidan con facilidad a aquellos que los acompañaron en sus alegrías y tristezas.

Trabajo conjunto en los proyectos comunes,como el compromiso por la seguridad social, programas de salud y educación, discapacitados físicos y mentales, farmacodependientes y enfermos de SIDA, por el deporte y la recreación, por el medio ambiente, la justicia y la paz. Esto crea solidaridad por encima de cualquier barrera religiosa.

Oración conjunta, por la salud y felicidad, por la bendición de Dios sobre los niños y familias. Una comunidad que ora, nunca es una amenaza. Esto se refiere sobre todo a grupos de oración privados y no tanto a las oraciones que se hacen en público.

Lectura conjunta del periódico, para entender como es afectada generalmente la población en los países islámicos por los problemas, cómo se esfuerza por nuevas leyes en un contexto de acuerdo con el tiempo y cómo realiza la adaptación a un mundo moderno, porque todo esto exige capacidad de compenetración y comprensión mutua.

Participar en los mushairas (= exposición de poemas) y presentaciones musicales, en círculos literarios y acontecimientos culturales similares. Allí la discriminación es menos notable, Pronto se descubre afinidad cultural que une por encima de cualquier pertenencia religiosa.

Evitar toda palabra y obra que pudiera herir las costumbres del musulmán medio: ya sea al comer y beber, en la vestimenta o forma de hablar, sobre todo en os gestos de devoción. Aquí se demuestra nuestra fe en la omnipotencia y grandeza de Dios, nuestro respeto por la revelación y los profetas, nuestro amor por los pobres y sufridos, nuestra preocupación por las viudas y huérfanos.

Animar a jóvenes hermanos, realizar su compromiso pastoral como huéspedes de hermanos que trabajan en países islámicos, aun cuando después no ejerzan ellos mismos en regiones islámicas; esto ampliará su horizonte de experiencias y actuará como estimulante para su posterior desempeño.

CAMINAR FRANCISCANO : EL ENCUENTRO CON  LOS MUSULMANES

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